miércoles, 17 de marzo de 2010

LA DESMEMORIA HISTÓRICA

La arqueología es la ciencia que estudia las sociedades a través de los restos materiales que van dejando. Es una materia que necesita de la ciencia para desarrollar su labor, ya que requiere de tareas como la prospección, la excavación y el trabajo en el laboratorio, como el de poner fecha (datar) los restos usando técnicas científicas (carbono-14 o la dendrocronología, basada en el crecimiento de los anillos de los árboles).

La arqueología puede ser una disciplina por sí misma y ayudar a reconstruir sociedades antiguas de las que no existen fuentes históricas; como explicar cómo eran o vivían los hombres de Atapuerca.

Sin embargo, para épocas modernas se considera un complemento interesante de la Historia, entendida como el estudio del pasado de la humanidad. Este estudio reporta un conocimiento mas completo y objetivo cuanto mas numerosas y de mayor calidad son las fuentes de las que disponemos para contarla.

Así se conoce mas a la civilización romana que a otras de su mismo período, ya que disponemos de mas fuentes de información sobre ella y sabemos mas de la guerra civil española que de la guerra civil entre César y Pompeyo, mucho mas lejana en el tiempo.

Pero toda esta información debe ser interpretada. Y aquí topamos con el factor humano, que es capaz de cambiarlo todo para que la realidad científica (lo que enseñan las fuentes y los datos objetivos) no se corresponda a la realidad escrita ( lo que se dice de los hechos y de la sociedad a estudiar). Sabida es la famosa frase “la Historia la escriben los vencidos”.

Por eso hay que poner en duda los intentos políticos para escribir o reescribir la historia y pasarlos por el tamiz de nuestra capacidad crítica basada en el conocimiento y la cultura. No hay más que pensar lo fácil que es “olvidar” una parte de la historia e insistir en la otra.

Esto último está pasando ahora en nuestro país, empeñado en “recordar” unos hechos pero olvidando otros; de forma que parece que nuestra guerra civil, tan brutal, tan cruel; consistió en un enfrentamiento entre dos bandos: los buenos y los malos.

Pero basta recordar como las potencias democráticas de la época no apoyaron al bando perdedor (“el bueno”) y quienes eran las potencias extranjeras que sí apoyaron a cada bando; para comprender lo erróneo de esta línea de pensamiento que sólo puede llevarnos al enfrentamiento y la división.

No hay mejor descripción para entenderlo que las palabras de Winston Churchill, primer ministro británico durante la segunda guerra mundial.

Si fuera una cuestión de la Vieja España contra la Nueva, entre la fe, las tradiciones y cultura del pasado y los deseos y esperanzas de futuro, estaría en contra de los llamados rebeldes. Pero no es ésa la cuestión. Los que están luchando son dos Nuevas Españas: dos sistemas modernos antagonistas en abrazo mortal. El Fascismo confronta al Comunismo. El espíritu y osadía de Mussolini y Hitler contra Trotsky y Bela Kun. Ninguna de las dos facciones representa nuestro concepto de civilización. Esta guerra no es cosa nuestra.

¿No es hora ya de que haya paz en España? ¿Por qué los ideales de religión y monarquía han de ser incompatibles con los gritos de libertad y democracia? Aquí en nuestra isla van de la mano, ¿por qué no en España?

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